1. VERANO, SOL – Y LO QUE NO DEBEMOS OLVIDAR
Los días calurosos de verano parecen al principio una invitación a disfrutar: sol, lago, vacaciones. Pero el calor puede causar mucho estrés en nuestro cuerpo. El cuerpo trata constantemente de mantener su temperatura equilibrada. Para refrescarse, dilata los vasos sanguíneos y dirige más sangre hacia la superficie de la piel. Al mismo tiempo, comienza a sudar más para liberar calor mediante la evaporación. Este mecanismo es vital para la supervivencia, pero consume energía y exige más al sistema cardiovascular.
2. CUANDO EL CUERPO NECESITA MÁS APOYO
Esto es especialmente notable en personas mayores, pacientes con enfermedades crónicas o niños pequeños. Su cuerpo no regula la temperatura con tanta eficiencia y su sensación de sed suele estar disminuida. Esto puede causar rápidamente deshidratación y la pérdida de minerales importantes como sodio, potasio y magnesio. Las consecuencias pueden ser problemas circulatorios, mareos, dolores de cabeza o calambres musculares. En casos extremos, puede producirse un golpe de calor o insolación, que a veces requiere atención médica.
3. CALOR EN LA CABEZA – LA PSIQUE TAMBIÉN SUFRE
Nuestra psique también puede verse afectada por el calor: problemas de concentración, irritabilidad y fatiga son compañeros habituales de los días calurosos. Cuando las temperaturas nocturnas no bajan, esto puede causar un mal descanso, lo que afecta negativamente al estado de ánimo y al rendimiento.
4. SOL Y PIEL: RIESGO DE QUEMADURAS SOLARES
Nuestra piel también siente el calor del verano, especialmente cuando está expuesta directamente al sol. La quemadura solar puede aparecer en poco tiempo; es una reacción inflamatoria de la piel que no solo resulta dolorosa sino que también puede causar daños a largo plazo. Las quemaduras solares frecuentes aumentan significativamente el riesgo de cáncer de piel.
5. LO QUE REALMENTE AYUDA CON EL CALOR
En general, todos sabemos qué nos ayuda con el calor, pero a veces necesitamos un pequeño recordatorio: beber mucho es clásico, preferiblemente agua o tés sin azúcar, en pequeños sorbos repartidos a lo largo del día. Las bebidas tibias no solo son más suaves para el cuerpo, sino que también estimulan el metabolismo. Más importante que la temperatura de la bebida es consumir suficiente líquido. Se recomienda al menos 30 mililitros por kilo de peso corporal. Si se realiza mucha actividad física, se necesita más.
6. COME LIGERO, RENUNCIA POCO
La alimentación también juega un papel importante en los días calurosos. En lugar de comidas grandes y grasosas, es mejor optar por alimentos ligeros y ricos en agua como ensaladas, sopas, frutas y verduras.
7. NO OLVIDES LA PROTECCIÓN SOLAR
Aunque la luz solar promueve la producción de vitamina D, fortalece el sistema inmunológico y mejora el estado de ánimo, una buena protección solar es imprescindible. Esto incluye usar crema solar con un alto factor de protección (al menos SPF 30), ropa ligera y clara, así como sombreros y gafas de sol con filtro UV.
8. EJERCICIO CON CALOR – SÍ, PERO AJUSTADO
Es posible hacer ejercicio con calor, pero la carga para el cuerpo aumenta significativamente. Por eso se aconseja adaptar el entrenamiento y preferiblemente realizarlo temprano por la mañana o al atardecer. Es importante no presionarse demasiado; está bien saltarse una sesión. Las caminatas relajadas también fomentan el bienestar, y si te apetece, puedes probar algún deporte acuático.
9. JUNTOS MEJOR DURANTE EL VERANO
Especialmente en días calurosos, es importante tomar descansos regulares, ser comprensivos entre nosotros y, por ejemplo, ofrecer ayuda a las personas mayores. Juntos, el calor del verano se puede soportar mucho mejor.